Valentino Rossi es de esos escasos ejemplos de deportistas que parecen ajenos a su propia leyenda. Su aspecto aniñado y el desenfado que muestra tanto dentro como fuera de la pista “esconden” 20 años de carrera y un palmarés que lo encumbra como uno de los mejores pilotos de la historia del motociclismo. No son pocos, incluso, los que lo sitúan en la primera posición de esta exclusiva short list, por encima de nombres como el de Giacomo Agostini o Ángel Nieto.

Pese a sus títulos y a haberse convertido en el ídolo de hordas de “rosistas” a lo largo y ancho del planeta, a sus 38 años el piloto italiano sigue en el paddock impresionando a todos por correr con las mismas ganas y ambición que las que ya dejaba entrever en su debut en 1996. Ni enfrentarse a pilotos mucho más jóvenes ni contar con una moto menos competitiva que las de sus grandes rivales, como ha ocurrido en alguna ocasión, han rebajado nunca sus ansias de triunfo. «No acepto perder, no soporto la derrota», ha declarado en más de una ocasión.

El heptacampeón de Moto GP ya mostraba maneras desde muy pequeño. Con un padre como Graziano Rossi, piloto que llegó a competir en la máxima categoría, no es raro que su vocación por el mundo del motor fuese tan precoz. Aunque sus primeros pinitos los realizó en los karts, donde llegó a ser campeón regional con apenas 11 años. La intención de Graziano era que su hijo siguiera haciendo carrera en el mundo de las cuatro ruedas pero el esfuerzo que esto suponía para la economía familiar hizo que tuvieran que conformarse con las motos. Una decisión impuesta por las circunstancias pero, sin duda, de lo más acertada.

Su llegada al Mundial de Motociclismo se produce con 17 años. Valentino se estrena en 125 cc con Aprilia AGV, equipo con el que conseguiría su primer título en la siguiente temporada. Dos años después, ya en 250cc, Rossi vuelve a alzarse con el título mundial. En 2000 se produce su salto a la prueba reina de la mano de Honda. Rossi debutaría con un segundo puesto en la clasificación final. Solo un año más tarde se alzaría con el título en esta categoría, aún denominaba 500 cc. Hazaña que volvería a lograr un año después, ya en Moto GP, y cinco veces más (tres con Honda y dos con Yamaha) hasta 2009. Nueve títulos, siete de ellos en la categoría de máxima cilindrada, que lo sitúan a solo uno de Giacomo Agostini. Aunque Rossi puede presumir de haber conseguido más victorias, podios y vueltas rápidas que aquel y liderar todos estos rankings (y alguno más).

Con una carrera tan plagada de éxitos es lógico que el italiano siga siendo a día de hoy el motorista mejor pagado del paddock (por delante de los últimos ganadores de Moto GP). De los 20 millones de euros que ingresa cada año, más de la mitad procede de contratos publicitarios con marcas como Monster Energy, Movistar o la propia Yamaha (escudería a la que volvió en 2013 tras dos años con Ducati).

Su carisma y fuerte personalidad están detrás de sus excelentes resultados deportivos, pero también le han acarreado más de un problema. Sus polémicas con otros pilotos e incluso con algún aficionado han salpicado la trayectoria de Rossi. Aunque el piloto conoce cómo paliarlas con la peculiar simpatía que sabe y suele mostrar ante las cámaras y, sobre todo, con la profesionalidad y ambición que muestra encima de una moto.

Il Dottore del circuito

Pero, si preguntas por Il Dottore en el paddock, no te remitirán al centro médico del circuito sino al box de Valentino. Su apodo, según él mismo ha contado en alguna ocasión, se debe a que el suyo es uno de los apellidos más comunes entre los galenos italianos. Hay quien asegura que él mismo lo comprobó en una guía telefónica y que fue en ese momento cuando decidió adoptar ese apodo. En 2015, cuando fue nombrado Doctor Honoris Causa en Comunicación y Publicidad por la Universidad de su localidad natal, Urbino, Rossi recurrió a su peculiar ironía y declaró: «Ya sí que pueden llamarme Doctor».

El eterno 46

Ha sido y, para muchos, sigue siendo el número 1 a los mandos de una moto. Pero Rossi ha lucido siempre el número 46. Y todo parece indicar que lo seguirá haciendo. La predilección por este número se debe a que fue el que portaba su padre en la primera carrera que ganó en el circuito profesional. Ocurrió en 1979, año del nacimiento de su hijo Valentino. Aunque hay otro acontecimiento que explica su fidelidad por el número 46. Sucedió en el circuito de Suzuka. Rossi participaba en una carrera en la que un wildcard destacó por encima del resto. Su destreza y agresividad sorprendieron a Valentino, que lo único que consiguió averiguar de él fue su nacionalidad (japonesa) y su número: el 46.

El rey de los cascos

Suele ocurrir en el Gran Premio de Italia. Allí, cada año, Rossi suele estrenar casco nuevo. Aunque los suyos no solo destacan por su diseño. Valentino aprovecha para comunicarse a través de él haciendo un guiño a alguno de sus ídolos (que también los tiene) o lanzando un mensaje a sus aficionados. En su último diseño, Rossi se sumaba al homenaje que toda Italia rindió al capitán de la Roma, Francesco Totti, con motivo de su retirada del fútbol profesional, y a su compañero y amigo Nicky Hayden, recientemente fallecido como consecuencia de un atropello cuando circulaba con su bicicleta.

Rossi, en números

Escribe: Gema Lozano. Ilustración Oscar Giménez
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