Más de la mitad de los humanos vivimos en ciudades. Se calcula que en el año 2050 esa cifra habrá alcanzado el 68% de la población mundial. Las metrópolis serán —ya son— una pieza fundamental en la relación de los seres humanos con el medio ambiente, un actor clave de cuyo diseño dependerán tanto el bienestar del planeta como el de sus habitantes. 

Una palabra resuena sobre el resto cuando miramos a las ciudades del mañana: sostenibilidad. El número de habitantes está en constante crecimiento, y para que todos tengamos prosperidad y futuro, las soluciones pasan por planes urbanos inteligentes que moldeen ciudades autosostenibles que abracen una concepción más ecológica y brinden a sus ciudadanos no solo un rincón donde trabajar y descansar, sino también unas condiciones de vida inspiradoras. Y en eso —parece— están enfocados los esfuerzos de los Gobiernos. 
Uno de los objetivos globales que Naciones Unidas se marcó en 2015 para lograr que en 2030 el mundo fuera un lugar menos pobre, con más oportunidades para todos y más sensible con el cambio climático fue, precisamente, el desarrollo de ciudades sostenibles. Pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de ciudades sostenibles?

La movilidad, a escena

Desde el punto de vista de las ciencias sociales, las ciudades están compuestas por un entramado de infraestructuras que van desde lo físico (carreteras, tuberías, edificios) hasta lo social y biológico (áreas verdes, de negocio, de aprendizaje, de deporte, de cultura…) y que forzosamente tienen que ir de la mano en la planificación urbanística. Hablamos de ecosistemas verdes: con un mejor uso de las energías, que gestionen el agua de manera eficiente y capaces de reducir su impacto en el calentamiento global. Una ciudad sostenible debe mejorar la calidad del aire y apostar por las energías renovables, pero también tiene que promover la inclusión: un acceso a espacios verdes para todos sus habitantes y un servicio de transporte asequible.

En la ecuación, la movilidad es, sin duda, uno de los mayores desafíos a los que se enfrentan nuestras ciudades: buscamos entornos con un bajo impacto de CO2, que facilite desplazamientos rápidos, seguros y económicos para las personas, y que no penalice al transporte de mercancías. Todo ello en unos entramados de cemento y carne que, según los cálculos, aglutinará en 2030 al 87% de la población estadounidense, al 40% de la india y al 60% de la china.

Las ciudades serán sostenibles si la movilidad es sostenible. Y aquí las herramientas tecnológicas serán las que marquen la pauta: la movilidad urbana ha de ser inteligente. Multiconectividad, apps intuitivas capaces de manejar gran cantidad de datos y un sistema de información integrado en el transporte público y privado para que el ciudadano pueda saber, en todo momento, cuál es la mejor opción para desplazarse, incluyendo la bici, cuyo protagonismo parece que es incuestionable. Bytes que se desplazarán entre viajeros, de vehículo a vehículo, de vehículo a sistema central y de vehículo a edificios. Igualmente fuera de cualquier duda está que la movilidad será eléctrica: para que el transporte sea sostenible, Gobiernos y autoridades locales tienen que fomentar los vehículos de emisión cero. En Europa, por ejemplo, se calcula que en 2030 se habrán instalado, como mínimo, un millón de puestos de recarga.

Sostenibilidad e igualdad

Solo la mitad de la población urbana mundial tiene acceso al servicio de transporte público.
El 53% de la población mundial vive a más de 400 metros de distancia de un espacio público abierto. 
El porcentaje de la población mundial que vive en zonas degradadas de alta densidad es del 24%.

Cambio de mentalidad

Convertir las ciudades en lugares más inclusivos y amables para todos sus habitantes conlleva, también, un cambio de costumbres y maneras de pensar. La sostenibilidad no es compatible con los usos actuales del vehículo privado, por ejemplo. Compartir vehículo será cada vez más habitual, de la misma manera que los carriles bici y peatonales le comerán terreno al asfalto. Con ese clic en nuestra manera de pensar llegarán también nuevos conceptos como: 

  • Big data: las pautas de comportamiento de los ciudadanos a la hora de desplazarse y el estudio de esos datos llevará al desarrollo de rutas, vehículos y sistemas de transporte cada vez más eficientes. 
  • Vehículos autónomos: se espera que la automatización de los vehículos conlleve una mejora en la eficiencia energética, la seguridad y la convivencia. La tecnología ya trabaja en sistemas de control de crucero que permitan los desplazamientos en convoyes compactos donde cada vehículo mantenga siempre la misma distancia de separación y se eviten así atascos, altos niveles de contaminación y consumo excesivo de energía. 
  • Sistema integrado de transporte: un sistema central interconectado procesará los datos de movilidad segundo a segundo. El sistema permitirá saber cuál es el mejor momento para hacer un desplazamiento concreto, la mejor ruta y el tiempo previsto basado en las condiciones del terreno, el flujo de tráfico y las preferencias del usuario. 
  • Ride-hailing: un servicio de lanzaderas distribuido por toda la ciudad que funcione como un taxi, pero con la opción de recoger y dejar pasajeros durante el desplazamiento. 
  • Micromovilidad: se trata de poner a disposición de ciudadanos y transportistas una alternativa para los desplazamientos de menos de un kilómetro. Movilidad inteligente y más eficiente gracias a las bicicletas y patinetes eléctricos. 

Tres ejemplos de adaptación urbana a los nuevos retos:

SINGAPUR

En su lucha por disminuir el tráfico y la contaminación, Singapur impone un límite al número de residentes que puede ser propietario de un automóvil. El permiso da derecho a 10 años de uso. Como resultado, solo el 11% de la población del país posee coche (80% en Estados Unidos) y es el transporte público quien sustenta la movilidad de sus habitantes. El objetivo para 2030 es que el 80% de las viviendas estén a una distancia de 10 minutos o menos de la estación de tren más cercana.

PARÍS

Además de su reconocido sistema de metro, París se ha convertido en un modelo para otras ciudades gracias a su programa de servicio de bicicletas urbanas Vélib. El modelo, que hoy cuenta con más de 14.000 bicicletas y 1.200 estaciones, fue lanzado en 2007 y pronto se adaptó a otras ciudades, como Londres, Barcelona, Montreal, Boston, Guangzhou, Pekín y Hangzhou, que cuenta con el servicio más grande del planeta (50.000 bicicletas).

SAN FRANCISCO

La ciudad californiana cuenta con una flota de buses híbridos y eléctricos cuya contaminación no sobrepasa el 0,03% del conjunto de emisiones generadas por el tráfico. En su objetivo de dar más presencia a los ciudadanos, la ciudad ha convertido en peatonal una de sus arterias principales, Market Street, que además es un reclamo para el uso de la bicicleta. La planificación de las zonas verdes también coloca a San Francisco al frente de las ciudades más sostenibles del mundo: según el Trust of Public Land, los habitantes de la ciudad viven a 10 minutos andando del parque más próximo.

Los retos de las ciudades del mañana pasan por un sistema de transporte público robusto y fiable, además de verde. La mirada, no obstante, va mucho más allá del transporte: se pone el foco sobre el tipo de construcciones (edificios construidos con materiales sostenibles) y, por supuesto, la incorporación de espacios verdes. “Las calles deberían ser zonas en las que se pudiera caminar, socializar, descansar. Todos los ciudadanos deberían tener acceso a un lugar seguro y asequible donde vivir, y las ciudades no deberían crecer a un ritmo que ponga en peligro el entorno natural”, escribe el profesor de estudios medioambientales Dashel Murawski. “La sostenibilidad—añade el norteamericano— es más que una simple definición, es una manera de vivir”. La actitud de la que habla Murawski impregna todas las facetas de la vida, desde nuestro cuidado del medioambiente o las infraestructuras que desarrollamos, hasta el trabajo y nuestras relaciones personales.

Algunas claves para desarrollar ciudades sostenibles

  1. Fácil movilidad sin necesidad del automóvil.
  2. Disponibilidad de estaciones de recarga eléctrica. 
  3. Acceso a espacios abiertos públicos y zonas verdes.
  4. Mejora de la gestión de los residuos y de la conservación del agua.
  5. Apoyo a las granjas urbanas.
  6. Implementación de arquitectura verde.
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