Parece sencillo. Vas conduciendo y el navegador te indica tu siguiente desvío. Ya queda menos, qué bien. Pero ¿cómo se miden estas distancias? ¿Cómo se organiza todo el embrollo de la red viaria para que nos resulte tan práctico ubicarnos a lo largo y ancho del mapa? 

 

En el caso de España, en las autopistas y carreteras las salidas numeradas se corresponden con el punto kilométrico. Es decir, la salida 31 está situada en el km 31, por ejemplo. De modo que si estás en el km 15, sabes que te quedan otros 16 para llegar a esa salida 31; o si estás en el km 50, yendo en sentido contrario, te quedan 19. Y todo se articula a partir del legendario kilómetro 0 de la Puerta del Sol de Madrid.

 

Las seis carreteras nacionales radiales

La historia siempre resulta más compleja. Pero partamos del origen, acaso la viga maestra de nuestros GPS de hoy, con la distinción definitiva en los años 30 del siglo XX de las vías nacionales, comarcales y locales. El eje que nos guía son las seis radiales archiconocidas que van del 1 al 6 según el sentido de las agujas del reloj. Comienzan por la del norte con la A-1 de Madrid a Irún pasando por Burgos; luego la A-2 de Madrid a Francia por Barcelona; la A-3 de Madrid a Valencia; la A-4 de Madrid a Cádiz; la A-5 de Madrid a Portugal por Badajoz y la A-6 desde Madrid hasta A Coruña. 

El punto kilométrico, nuestra brújula eterna

“Las numeraciones de las salidas de las autopistas suelen seguir uno de estos dos esquemas”, explica Manuel Romana, profesor de Carreteras en la Escuela de Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos en la Universidad Politécnica de Madrid (UPM). 

 

“Primero, en autopistas con muchos enlaces, lo normal es etiquetarlas con el punto kilométrico porque pueden —y suelen— construirse más enlaces intermedios y esto complicaría cualquier otra numeración. Y segundo, en autopistas con pocos enlaces —normalmente de peaje— se solían numerar por orden, ya que no era probable que se construyeran más enlaces. En autopistas de peaje anteriores, se numeraban del 1 al número total de salidas. Hay que tener en cuenta que, en el pasado, la construcción de un enlace de una autopista de peaje era una obra relativamente difícil y obligaba a contratar más personal de la zona. Ahora, con los peajes automáticos y a velocidad alta, las cosas han cambiado y casi todos los desvíos se etiquetan por punto kilométrico», aclara.

 

Como curiosidades, cuando hay varias salidas en un mismo punto kilométrico se añaden letras; por ejemplo, la 15A, 15B, etcétera. O si te encuentras un número grande y otro pequeño en el cartel, se trata del punto kilométrico y los hectómetros. Esto es —otro ejemplo— el km 15,600 de la carretera. Las nuevas radiales que existen tipo R2 o R3 discurren en paralelo a las originarias o principales, que marcan también el primer dígito de las vías secundarias. ¿Cómo? Si la carretera arranca desde la A-4, de ahí vendría, entre otras, la N-420. Sí, el tema da para hacer una tesis si entramos en detalles. Y, al final, en este mundo conectado por doquier, todo encaja. Y no es misión baladí: solo en España, según el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, sumamos más de 165.400 kilómetros sobre el asfalto.

 

Epicentro vial: el “kilómetro 0” o “kilómetro cero”

“La noción del kilómetro 0 es de 1761, pero su materialización en la Puerta del Sol data de 1856. La marca es mucho más reciente; y la actual es de este siglo XXI”, resume el experto de la UPM, que recomienda conocer el Centro de Interpretación de la Caminería en La Cerradura (Jaén), donde albergan “hitos de todos los tiempos, empezando por réplicas de los miliarios romanos”. Ahora volvamos al kilómetro 0. En el siglo XVIII, prosigue, “nació la concepción de caminos radiales desde Madrid y muchos años más tarde, en la Real Orden de 18 de diciembre de 1856, se escribe que se señalicen con hitos en los puntos kilométricos las carreteras que partían desde Madrid, estableciendo que el origen fuera común para todas”.

 

En otras naciones, el equivalente del kilómetro cero de la capital de España —ojo: no supone rigurosamente el centro del país— también marca su localización geográfica como medidor de distancias. Un criterio que comenzó en el Foro de Roma, cuando el emperador César Augusto (27 a. C. – 14 d. C.) situó una suerte de monumento de bronce —llamado Milliarium Aureum— junto al templo de Juno para que todas las distancias del Imperio se contasen desde allí. Y, claro, ya se sabe dónde llevan todos los caminos.

 

En Europa existe la Red de Carreteras Europeas, que ampara todas las vías que pasan por el continente bajo una nomenclatura común. Aquí, la numeración no valora el tipo de calzada ni la presencia de mares o montañas en medio del recorrido. Parten de una cuadrícula europea y son los carteles con la letra E que se ven junto a algunas nacionales. 

En Estados Unidos, por ejemplo, las U.S. Routes de dos dígitos cumplen una regla sencilla: las rutas impares discurren generalmente de sur a norte y las pares, de oeste a este. El caso es que, a priori, tu GPS nunca se perderá en ningún lugar del mundo.

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