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Mientras la movilidad urbana apunta hacia lo peatonal, en trayectos de medio y largo recorrido pierde fuerza el uso privado del vehículo. Plataformas para compartir coche han demostrado que hay razones económicas, medioambientales y de cambio de mentalidad para lanzarse a lo conjunto y potenciar de esta manera una nueva movilidad urbana más sostenible.
Remontarse a los carros es irse muy atrás, pero no deja de valer como imagen icónica para explicar un fenómeno imparable: el cambio de paradigma de las ciudades. Los centros urbanos empezaron a llenarse de viandantes que se cruzaban con calesas, pasaron al tranvía y después a los carriles abarrotados de coches. Ahora todo apunta a un nuevo modelo de movilidad urbana: la peatonalización y la falta de espacio privado modifica las costumbres y relega al vehículo privado a un segundo plano, fomentando de esta manera también una movilidad más sostenible. Se impone lo público, lo compartido o incluso el alquiler por horas. Aderezado de la facilidad para elegir que proporciona la tecnología.
Basta con ver las acciones de las grandes capitales europeas o las metrópolis de nuestro país en relación a la movilidad urbana. Triunfan los servicios de bicicleta y las combinaciones de transporte, opciones que potencian una movilidad más sostenible. Dejando de lado lo que se cocina en el espacio urbano, esta modificación de hábitos se ha trasladado a las medias y largas distancias. Plataformas como Amovens o Blablacar encabezan un sistema de viaje hasta hace poco impensable: compartir coche para juntar pasajeros desconocidos y repartir gastos. Su uso afecta a varias razones: el bolsillo, claro (con precios generalmente más bajos que otras opciones), pero también el medio ambiente, o la posibilidad de interactuar sobre ruedas.
La peatonalización y la falta de espacio privado modifica las costumbres y relega al vehículo privado a un segundo plano, fomentando de esta manera también una movilidad más sostenible
En España, Blablacar –de origen francés– suma un beneficio de 900.000 euros anuales y cuenta con 2,5 millones de usuarios, según indican desde la empresa. El funcionamiento para compartir coche es sencillo: se busca el trayecto y se elige a quien lo proporciona, que determina el precio y el lugar de salida y llegada. La fila de coches esperando a viajeros que consultan los datos del perfil en el móvil para subirse a uno de ellos ya forma parte del paisaje habitual de puntos de encuentro habituales. Responsables de comunicación de la compañía alegan que compartir coche supone un ahorro de 1.000.000 de toneladas de dióxido de carbono y 255 millones de euros. Por no hablar de las nuevas conexiones con destinos que antes requerían una estrategia casi militar para alcanzar. O de la flexibilidad en horarios y paradas.
«Lo primero que solemos pensar es que se debe a la crisis. Y en parte es verdad. Aunque no solo desde el punto de vista económico, sino como una reflexión sobre todo lo que poseemos y cuánto usamos realmente. Pero, por otro lado, hay un cambio mucho más profundo. Las aplicaciones virtuales y nuevos dispositivos han posibilitado la conjunción de necesidades y afinidades a una escala jamás imaginada. Si se comparte mucho más es porque ahora se puede y se quiere», exponía Alfredo Ruiz, fundador junto a su pareja de SocialCar, una plataforma que presta coches para uno o varios días, en una entrevista para la Dirección General de tráfico.
¿Pegas a la hora de compartir coche? Aparte de la lucha de empresas relacionadas con el transporte, que ya han tratado de denunciar los casos en los que la llamada ‘economía colaborativa’ es en realidad lucro, los motivos medioambientales no convencen del todo. Para Paco Segura, coordinador en España de Ecologistas en Acción, este modelo sería «positivo» si no fuera porque va acompañado de otras políticas no tan beneficiosas para la movilidad sostenible. «Damos un paso adelante y dos atrás. Se facilitan nuevos medios mientras se socavan túneles y se construyen puentes para que los coches sigan circulando», contempla en el terreno urbano. «Tenemos que seguir dos guiones: estímulo (con nuevas alternativas) y concienciación de que se deje lo privado», concluye. Estas vías abren un nuevo paradigma.
Escribe: Alberto García