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Las cebras de La Paz saltan del asfalto
Moverse por La Paz es un caos, vayas o no en vehículo. Sus cuestas, sus mercados ubicuos o sus 3.640 metros de altitud hacen que el trasiego sea complicado. El corazón ha de acostumbrarse al disparo ininterrumpido de pulsaciones, las piernas a ese peso extra en la atmósfera y los sentidos a los olores, sonidos y colores de la capital boliviana, con 2,7 millones de personas. Tal panorama podría traer de cabeza a urbanistas y gestores del tráfico. Y a ratos lo hace. Pero hace 18 años surgió una iniciativa pequeña, improvisada, que ha llegado a ser un emblema del país. Hablamos del Proyecto de Educación Urbana Cebras de La Paz, una forma diferente de enseñar educación vial en las principales avenidas.
El funcionamiento parece sencillo: personas disfrazadas de cebra dirigen desde «sus» pasos a los peatones y a los conductores. ¿Cómo? Pues enseñando lo que tienen que hacer: parando el tráfico cuando el semáforo está en rojo para coches y aguardando en la acera cuando a los peatones les toca el turno de esperar. Aparte, estas “cebras de La Paz” se rebozan por el suelo en los descansos, arengan a las masas con carteles de educación vial en los que dan las gracias por cumplir las normas o relinchan ante las malas formas de sus compañeros humanos. También chocan las pezuñas con quien lo hace bien, muestran palabras de apoyo y señalan precauciones (y obligaciones) básicas como llevar el cinturón abrochado o no hablar por el móvil durante la conducción.
El proyecto Cebras de La Paz comenzó en 2001 con apenas dos ejemplares de este tipo de equino africano. Fue obra de dos estudiantes de teatro. Pronto se les sumó una “mamá cebra”, encarnada por la bailarina Kathia Salazar. Ella se encargó de que el proyecto de educación vial prosperara y lo aupó a algo con más gracia que el mecanismo repetitivo del guardia de tránsito: quiso enseñar a los participantes lenguaje artístico, teatro, expresión y baile. Así creció, extendiéndose su leyenda desde la anécdota o el escepticismo de los vecinos hasta constituirse como Patrimonio Cultural de la Humanidad en 2014. Ahora su labor se contempla a pie de calle, pero también en murales o dípticos municipales. Y ha llegado a otros núcleos urbanos como el de Santa Cruz de la Sierra, segunda ciudad boliviana (1,4 millones de habitantes), Tarija o Sucre.
“Lo más interesante es que los propios chicos han logrado una mirada propia que les hace saber que la agresividad y los gritos tan habituales en La Paz para solucionar los problemas no funcionan. Al principio, hubo cebras de La Paz atropelladas o agredidas, pero poco a poco las cosas cambiaron y hoy son los propios peatones quienes las defienden”, expresaba Salazar en un reportaje del diario El País. Ahora, esta impulsora es concejala en el ayuntamiento de La Paz y secretaria de la Comisión de Desarrollo Humano y Cultural.
En 2014 se consideró Patrimonio Inmaterial y ahora su presencia está en las calles y en dibujos o dípticos municipales.
Así describe en la web municipal su labor, asemejándola al trabajo que inició en el asfalto: “Mi presencia en el concejo representa el espíritu de la actitud Cebra y de cultura ciudadana. Quiero animar a la gente a seguir construyendo un espacio en el que todos vivamos en con armonía, respeto y amor. Mi aporte como “mamá cebra” concejala va en ese sentido, incentivar y forjar una cultura de paz, relacionándonos con todos los ciudadanos, para que desarrollemos con plenitud nuestros valores, derechos y responsabilidades”. De momento, aparte de la educación vial, también ha dado un quehacer a muchos jóvenes sin rumbo. “Queremos que sea un vehículo de integración para los jóvenes. En La Paz muchos de estos chicos no tendrían ni una oportunidad. Con el traje eso no importa, todos somos iguales, no hacemos preguntas y llevamos las mismas rayas”, sostenía en la publicación mencionada.
En 2015, esta manada de cebras de La Paz se constituyó como Club Cebra. Su lema: “Cero quejas, full acción”. Y hace unos meses, el impacto llegó hasta Estados Unidos. Gracias al programa nocturno del cómico John Oliver, que comentó este movimiento, la etiqueta #Justaddzebras (solo añade cebras) fue una de las más exitosas en Twitter. Según el presentador, todo funcionaba mejor si te ponías una cabeza de cebra. Puede que fuera una broma, pero en Bolivia se está notando en el tráfico, a pesar de las adversidades geográficas y sociales.
Escribe: Alberto García