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No he sido yo, ha sido mi coche
La llegada del coche autónomo supone una excelente noticia para la seguridad vial si nos atenemos a datos como el que afirma que el error humano está detrás de nueve de cada diez accidentes de tráfico.
Contribuya o no a la mejora de la seguridad vial, lo que es prácticamente seguro es que, desgraciadamente, la conducción automatizada no erradicará los accidentes de circulación al 100%. Lo que sí traerá consigo, sin embargo, es un nuevo escenario en el que se producirán situaciones hasta ahora inéditas en las calles y carreteras.
Lo ocurrido en marzo de 2018 en Arizona, cuando un vehículo autónomo de Uber atropelló mortalmente a una mujer que circulaba en bicicleta, abrió un debate nunca dado hasta la fecha: ¿quién es el responsable en estos casos? ¿El conductor? ¿El fabricante? ¿El desarrollador del software?
El caso de Arizona se solucionó con el acuerdo alcanzado por la familia de la víctima con Uber, del que no trascendieron detalles. Sin embargo, el debate se siguió avivando a medida que se daban a conocer otros accidentes provocados por coches autónomos, aunque en esos casos las víctimas mortales eran los propios conductores.
Llenar un vacío legal entorno al coche autónomo
A principios de 2019, el Parlamento Europeo daba a conocer una resolución en la que abordaba la necesidad de regular estas situaciones: “(…) Es necesario aclarar quién debe asumir la responsabilidad en caso de accidentes causados por vehículos completamente autónomos, y, cuando el nivel de autonomía implica que el vehículo puede ser conducido tanto de forma completamente autónoma como también por un conductor, es necesario poder determinar de manera inequívoca quién es el culpable en cada caso particular (…)”.
En el mismo texto, el órgano parlamentario solicita a la Comisión “que lleve a cabo una evaluación exhaustiva, que adapte el actual marco jurídico de la Unión y que introduzca, en caso necesario, nuevas normas sobre la atribución de responsabilidades” e “invita, asimismo, a la Comisión a que evalúe y supervise la posible implantación de instrumentos adicionales de la Unión en consonancia con la evolución de la inteligencia artificial”.
A día de hoy, en España, la Ley sobre Responsabilidad Civil y Seguro en la Circulación responsabiliza al conductor del vehículo a motor de los daños ocasionados a personas y bienes provocados durante la circulación. Desde el departamento de Derecho del seguro de Belzuz Abogados, consideran que dicha ley plantea numerosos vacíos legales cuando se habla del coche autónomo, por lo que abogan por introducir cambios legislativos que permitan “encuadrar” las nuevas tecnologías y resolver los nuevos problemas que pudieran generar en materia de seguridad vial.
“(…) Es necesario aclarar quién debe asumir la responsabilidad en caso de accidentes causados por vehículos completamente autónomos, y, cuando el nivel de autonomía implica que el vehículo puede ser conducido tanto de forma completamente autónoma como también por un conductor, es necesario poder determinar de manera inequívoca quién es el culpable en cada caso particular (…)”.
Pero ¿quién conducía?
Tal y como explica Sergio Gómez Recio, director adjunto del Área Corporativa de Negocio y Cliente de Mapfre en Xataca.com, el nivel de autonomía del vehículo resulta vital a la hora de señalar al responsable de un percance: “En niveles 1 y 2 de autonomía, incluso el 3, está claro que el responsable de un accidente será el conductor persona física. La pregunta es: ¿quién será responsable en niveles 4 y 5?”.
Es precisamente en este punto donde entra a cuestionarse la responsabilidad del fabricante. Volvo, marca del vehículo involucrado en el accidente de Arizona, reconocía en un informe publicado en su blog meses antes de aquel suceso, que se hacía responsable de los percances ocasionados por sus vehículos “completamente autónomos”.
En este sentido, el abogado Jesús Jimeno Muñoz explica que “el límite de la responsabilidad del fabricante dependerá de la autonomía del vehículo y de la seguridad que legítimamente cabría esperar respecto al funcionamiento del mismo. En este sentido, cada fabricante deberá advertir de los riesgos, y las precauciones que el usuario debe tomar al utilizar un coche autónomo”.
El propio Jimeno Muñoz se remite al atropello para introducir un elemento más en esta ecuación: “En aquel accidente, la conducción autónoma del vehículo se encontraba bajo la supervisión de un conductor de la compañía de economía colaborativa Uber. Tal circunstancia, permitirá atribuir la responsabilidad al conductor en el caso en el que hubiera podido tomar el control del vehículo y evitar el accidente”.
Incluso, añade el abogado, cabría cuestionarse la posibilidad de atribuir la responsabilidad (o al menos parte de ella) a la propia Uber, como responsable del control y organización de la actividad de transporte subyacente.
La necesidad de evaluar las circunstancias concretas que rodean a cada incidente se perfila, pues, clave a la hora de atribuir la responsabilidad de los sujetos concurrentes. De ahí que, en el citado artículo de Xataca.com, algunos expertos defiendan la creación de una agencia especializada en investigar este tipo de accidente o la inclusión en los vehículos de una caja negra similar a la de los aviones que ayuden a desentrañar las causas y, por ende, los responsables del siniestro.
Sea cual sea la opción elegida, lo que está claro es que la llegada de coche autónomo traerá consigo situaciones nunca vistas hasta el momento. Y en este nuevo escenario las compañías aseguradoras tendrán mucho que decir. En Mapfre, incluso, llegan a hablar de “la reinvención” del sector no solo por no tener que tomar en consideración las más que posibles reducciones en el número de siniestros e infracciones, sino también por tener que incluir en sus pólizas las modificaciones respecto a la responsabilidad civil. Eso sin contar con la necesidad de ofrecer a sus clientes otros servicios y prestaciones que se amolden al nuevo modelo de conducción, donde todos los ocupantes del coche se consideran pasajeros, incluido el conductor.