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Todos los niños han jugado alguna vez a saltar los pasos de peatones, fingiendo que el asfalto es lava y cada rectángulo blanco, un sitio seguro en el que apoyarse. Ese juego es mucho más divertido en Ísafjörður (Islandia), tanto que no es raro ver a algún adulto cruzando la carretera en alegres brincos. El culpable es un paso de cebra tridimensional, un cruce pintado de tal forma que produce un efecto óptico y crea la ilusión de que las barras blancas flotan a cierta distancia del asfalto.
(Vídeo de Vegamálun GÍH, empresa encargada de la instalación del paso de peatones de Ísafjörður )
Puede que esta creación sea francamente divertida a ojos de un peatón, pero el efecto que se persigue es el del conductor. La idea, explicaron las autoridades de este pueblo pesquero, es que los coches reduzcan la velocidad ante una visión tan curiosa. Así el arte urbano y la seguridad vial se conjugan en una acción que ya ha sido exportada con éxito a otros países.
En Londres se está analizando actualmente su efectividad. La capital inglesa tiene ciertamente más tráfico que un pueblecito pesquero islandés, pero los primeros resultados parecen ser prometedores. Aun así, las autoridades inglesas aseguran estar monitorizando el lugar (llevan un año en ello) que, curiosamente, se encuentra a pocos metros del que probablemente sea el paso de cebra más famoso del mundo: el que cruzaron los Beatles en Abbey Road.
Lejos, muy lejos de allí, en Nueva Delhi, han optado por una solución similar. Los pasos de cebra tridimensionales en esta, una de las ciudades con el tráfico más caótico del mundo, han dado buenos resultados. Las autoridades aseguran que los coches han bajado su velocidad media al cruzarlo de los 50 a los 30 kilómetros hora.
La última ciudad en sumarse a la moda de los pasos de cebra tridimensionales es Valencia. La capital mediterránea ha utilizado pintura antideslizante para reducir los riesgos no solo del peatón, y ha utilizado técnicas duraderas. “Este método de instalación –destacan desde el consistorio valenciano– es más barato y menos invasivo que otros reductores de velocidad (como badenes o cojines berlineses), doce veces más duradero que la pintura convencional y con una mayor capacidad de adherencia». Y, cabría añadir, es mucho más divertido de saltar que un paso de cebra convencional.