Desde el silencio absoluto al apabullante ritmo del reguetón (a veces perceptible desde fuera del vehículo, incluso llevando este las ventanillas subidas). En el interior de los habitáculos de los coches, hay tantos ambientes sonoros como conductores existen. Pero ¿es seguro escuchar música mientras se conduce? Y, de serlo, ¿qué tipo de música es más recomendable? 

 

Como explica la neuróloga Mónika Curtis, pese a lo cotidiano y común de la cuestión, hay pocos estudios que la hayan abordado. «Es un tema complejo y difícil de investigar, debido a la cantidad de variables que se barajan. La mayoría de los estudios utilizan simuladores de conducción para controlar todas las situaciones posibles: recorrido sencillo, con muchas curvas, más o menos luz, escuchando música… Música rápida, música lenta, prácticamente inaudible, a tope…», explica Curtis.

 

Una de las más recientes investigaciones al respecto fue la realizada, a pequeña escala, el pasado año la Universidad Estatal de São Paulo, en colaboración con la Universidad Oxford Brookes y la Universidad de Parma. Su principal conclusión reveló que escuchar música clásica o instrumental mientras se conduce reduce el nivel de estrés del conductor.

 

El estudio se basó en un experimento realizado con la colaboración de cinco conductoras brasileñas de edades, condiciones físicas y experiencias al volante similares. Todas ellas tuvieron que circular, en dos ocasiones, con un coche que no era de su propiedad por una carretera con bastante densidad de tráfico.

 

Primero, condujeron en silencio. Después con música clásica de fondo. Durante ambas pruebas, todas ellas estuvieron monitorizadas. El resultado concluía que conducir con música propiciaba que la variabilidad de la frecuencia cardíaca aumentara entre las conductoras, lo que supone un mayor nivel de actividad del sistema nervioso parasimpático y una reducción de la actividad del sistema nervioso simpático.

 

En definitiva, la música, en este caso instrumental o clásica, «atenúa la sobrecarga de estrés moderada que experimentaron los voluntarios mientras conducen», en palabras de uno de los investigadores.

 

Pero ¿qué ocurre con otro tipo de música? ¿Por ejemplo, el rock? ¿O el heavy metal? En estos caso, la cosa cambia. Según un estudio de la universidad St. John’s de Newfoundland (Canadá), realizado entre varios voluntarios que escucharon distintos tipos de música entre 53 y 95 decibelios, el riesgo de sufrir un accidente de circulación era de hasta un 20% entre aquellos que se exponían a música con ritmos más acelerados. La razón: cuanto más alto es el ritmo, más lento es el tiempo de reacción del oyente.

 

En Neomotor se hacen eco de otro estudio, esta vez de la empresa Populus, que recoge otro aspecto de la relación rock y conducción: hasta un 76% de los que suelen escuchar este tipo de música en el coche reconoce haber insultado o gritado en alguna ocasión a otros conductores y un 31% había sufrido algún percance vial leve.

 

Tampoco el jazz es muy recomendable puesto que, según la misma investigación, su complejidad hace que el conductor se centre más en la música que en la conducción. Lo contrario ocurre con el pop que, según la psicóloga Vicky Williamson, al ser un tipo de música «simple y repetitiva», de la que solemos conocer la letra y ritmo de memoria, esto hace que «ocupe menos espacio en la mente del oyente».

  

Ninguno de estos estudios dice nada respecto de quienes aprovechan sus desplazamientos en coche para escuchar un partido de fútbol, ponerse al día sobre la actualidad a través de las tertulias radiofónicas o mejorar su listening con un podcast en inglés. Pero ya lo decimos nosotros: lo importante, se escuche lo que se escuche, es que lo que centre la atención del conductor sea lo que ocurre en la carretera.  

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