La DGT define como punto negro «aquel emplazamiento perteneciente a una calzada de una red de carreteras en el que durante un año natural se hayan detectado tres o más accidentes con víctimas con una separación máxima entre uno y otro de 100 metros». Es una definición técnica, aséptica, objetiva. Y sin embargo, no exenta de polémica.

 

Muchos expertos consideran que el periodo de análisis anual supone un tiempo demasiado corto, puede ofrecer variaciones importantes de un año a otro. Por eso recomiendan ampliar ese lapso temporal a entre tres y cinco años. También se critica la categorización del punto negro al no diferenciar los accidentes mortales del resto, o al no identificar el tipo de vehículo implicado.

Todas estas críticas se han tenido en cuenta a la hora de mejorar la metodología para determinar qué es un punto negro. Basándose en el Programa Internacional de Evaluación de Carreteras iRAP (International Road Assessment Programme, por sus siglas en inglés) se ha homologado el sistema español a los estándares internacionales. Hay muchas singularidades y excepciones, pero este sistema explicado es el más común en Occidente. 

 

En los últimos 50 años, al hablar de seguridad vial se ha puesto el foco, sobre todo, en el conductor. Pero las carreteras también tienen un rol importante en los accidentes. El estudio de estas ha ocupado a los expertos en seguridad vial en la última década. Sin embargo, aquí las recomendaciones son menos homogéneas y unívocas. Un conductor no puede conducir borracho o cansado y aquí no hay vuelta de hoja. No obstante, el criterio inicial para determinar la existencia de un punto negro puede ofrecer más polémicas y desacuerdos. El punto de partida es la fórmula IPM5 ≥ P y SACV5 ≥ N, es decir, el índice de peligrosidad medio en los últimos cinco años (IPM5) debe ser mayor o igual que el índice de peligrosidad de los tramos con características similares (P); y la suma del número de accidentes en los últimos cinco años (SACV5) debe ser mayor o igual que el número de accidentes con víctimas de todos los tramos con características semejantes.

Los tramos más peligrosos de las carreteras  están señalizados con el objetivo de reducir la siniestralidad, aumentando la vigilancia en ellos, limitando su velocidad o, en última instancia, modificando su trazado. En el caso de España, el resultado de este estudio es un mapa con hasta 61 puntos negros y 16 tramos peligrosos. El nombre que reciban no es tan importante como los mecanismos para determinar qué puntos son peligrosos y cómo reducir los riesgos.

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